Una avezada lectora me pregunta si Alicia Ramírez es adicta al sexo. Si es una ninfómana que acaba convirtiendo el sexo en la razón de su vida.
No. Alicia, coprotagonista de mi novela ¡ESTAS MUERTO, CABRON!, junto con al psicólogo Fernando Trevijano, no es ninfómana, aunque sabe mucho de sexo.
Ella y su habilidad sexual son claves en la trama de la novela, porque es la herramienta que utiliza para captar la voluntad de Trevijano. De esta forma quiere convertir al mal a un hombre de gran reputación profesional.
Y al mismo tiempo vengarse de unas declaraciones del psicólogo donde las califica como locas, antes de conocerlas.
El sexo que practica Alicia es como una tenaza sobre el hombre. No lo usa y lo tira. Lo exprime, lo succiona hasta que lo convierte en parte de su sabor y de su aliento.
Trevijano tiene difícil salida de esa tenaza, porque no puede dejarlo. No es sátiro, pero bordea la adicción sexual por Alicia y sus técnicas amatorias.
Por cierto, unas técnicas que cualquiera puede probar. Están en la novela.
«Hueles como quiero que huelas. Sabes a lo que quiere mi boca. En el fondo queda el perfume de Kenzo que llevabas esta mañana, cuando cogimos el tren para atender a Adela, aunque en la clínica, el primer día que te conocí, llevabas Kouros, de Yves Saint- Laurent, puro poder para demostrar que ante el sofá eres tú el que mandas. Pero me da lo mismo. Te estoy inyectando el sabor al que quiero que huelas» (Alicia y Trevijano – Capítulo 14).