Pues bien. Con disciplina, tras mucho leer y bastante cabreo domando a los protagonistas, que acaban haciendo lo que les da la gana y no lo que el autor quiere, acabé el libro ¡ESTAS MUERTO, CABRÓN!
—¿Y qué hago ahora?
—¿Anunció que he escrito una novela y me dispongo a esperar ofertas?
¡NO! Haces tres copias de la novela, en papel si es posible, y las repartes. Una a un amigo que no es amigo y te odia un poco o un mucho. Otra copia a otro amigo o amiga que es capaz de analizar el libro más allá de las comas. Y la tercera a un profesional, al que le pagas una cantidad.
Y a esperar. Tarea difícil. Porque cada día se te ocurran mil ideas nuevas para la novela o querrás rectificar aquel párrafo o aquel capítulo.
—Espera campeón. Espera a ver que dicen tus amigos y los consultores.
Y pasa un mes o dos y los lectores de conveniencia emiten sentencia.
—¡Muy pesado!
—¡Tiene posibilidades!
—¡Muy denso!
—¡Ese título…!
Y haces más fichas en el Excel y durante los siguientes cuatro meses cambias la sustancia y la estética. En mi caso, después de darle muchas vueltas, tuve que releer todo el libro y valorar los consejos. Y de ahí vino la idea de introducir un narrador ajeno pero indicativo de la trama: Hades, el dios del Inframundo.
Y la cosa fue cuadrando. Suprimí párrafos enteros que hablaban demasiado de Sócrates. E introduce más páginas sobre relaciones sexuales entre los protagonistas. (¡Cuando lean la escena del tren no dirán que es muy denso…!)
Y por fin el punto final.
Y empieza la segunda tarea. El escritor pierde el control de su novela cuando ha puesto el punto final. Entran editoriales, correctores, maquetistas, portadistas, imprentas, distribuidores, librerías, presentaciones y así hasta el infinito.
Conozco grandes escritores ahora millonarios en ventas que ofertaron su opera prima a 28 editoriales, que se negaron a publicar su libro o ni siquiera le contestaron. Y la suerte llegó con la editorial 29, que ni le firmó contrato. Pero el siguiente libro era disputado por dos o tres grandes sellos, que incluso le pagaron un buen anticipo.
Pero para el caso tu ya no pintas nada. Ya has parido el libro y es tarea de otros darlo a conocer y venderlo. Como mucho contestas a unas entrevistas sobre el libro, que te hace un atento periodista que no ha leído el libro. Y activas redes sociales porque ahí está el mercado.
Has de encontrar tus clientes en Facebook, Instagram, Twitter (X), Linkedin y hasta Tik Tok, aunque te parezca una red demasiado juvenil y frívola. Has de buscar tus lectores, tener claro el perfil que tienen y darles de comer. Despertar el interés por tu novela. Y eso a veces funciona y otras no. Pero hay que cumplir el proceso comercial. El buen paño no se vende en el arca.
Te desesperas porque en una página quedó una coma sin quitar o sin poner. Quemarías la tirada de libros porque hay una palabra repetida en el párrafo quince. Y te quedas decepcionado porque un amigo no encuentra tu libro en un barrio de Barcelona.
—¿Acaso no lo ha llevado la distribuidora?
—¿Acaso se han acabado?
Y la editorial te lo aclara.
- Es que hay librerías a las que cuesta más llevar dos o tres ejemplares que el resultado de la venta.
—¡Ah!
Es que esto es un negocio, como el de vender yogures, pasta de dientes o papel higiénico.
—¿Y para eso he estado tres años dándole a la tecla y devanándome los sesos???