En 1990 los hermanos Izquierdo mataron en Puerto Hurraco a nueve personas de la familia Cabanillas por un viejo tema de lindes, riego y propiedades.
Hace una semana, en Hinojal, el alguacil del pueblo, José María Lindo, asesinaba a Vicente Sánchez para quedarse con un millón de € que le habían tocado en la Lotería.
¿Qué tendrían estos hombres dentro de la cabeza para cometer unos asesinatos? ¿Hasta qué punto estaban obsesionados cuando sabían que más pronto que tarde los iban a pillar?
El mal. En mi novela ¡ESTAS MUERTO, CABRON! hay un largo debate sobre si al final la gente más normal acaba matando por locura o por maldad. Y queda claro que el mal es el origen de un asesinato por venganza, por odio, por desprecio o por envidia. El mal existe y está vivo.
Hay lectores que me han escrito quejándose de que exagero la valoración del mal y no doy pie al pie al bien, como explicaba San Agustín. El mal existe para que exista el bien.
Pero es que todos los días amanecemos con el mal encima de la mesa. Los Izquierdo matan a los Cabanillas porque están convencidos que el mal es una buena excusa. Y Lindo acaba con Sánchez porque no tiene sentido de culpa por matar a otro hombre para quedarse con el millón de €.